domingo, 6 de noviembre de 2011

SER FELIZ


   La  felicidad es de esas cosas que se nos escapan por ser obvias. Primero, debemos tomar conciencia de que “la felicidad” es nuestra naturaleza más íntima, está siempre ahí presente. Es algo en nuestro interior que quiere expresarse como amor, como energía o sabiduría. Y es algo que ya lo tenemos, no hay que hacer nada para conseguirlo, ni  hace falta buscarlo en ningún lado del exterior. Sin esta primera toma de conciencia es muy difícil hallar la felicidad, buscaremos eternamente, en el lugar equivocado.
   Ahora, a partir de ahí, podremos encontrar la felicidad en muchos lados y en tantas cosas simples. Es un estado de maravilla muy sutil, que nos embriaga plenamente. Cuando hacemos algo con amor, seguro que estará presente la felicidad, cuando hacemos algo que nos gusta, algo en lo que ponemos lo mejor de nosotros, cuando abrimos las puertas de nuestro corazón y lo dejamos cantar libremente, podremos percibirla.
   A veces pienso: “bienaventurados los que pierden temporalmente algo, porque luego lo valoran mucho más “. Muchas veces no valoramos, ni agradecemos a Dios por cosas que tenemos, que damos por sentado que siempre las vamos a tener. Cuando una persona está impedida de   caminar, porque se quebró o porque la operaron de la rodilla, al recuperarse, lo valorizan, y son felices con el simple hecho de caminar. Es frecuente que la gente empiece a valorar su vida cuando estuvieron a punto de perderla.
   No es necesario estar a punto de perder algo para valorarlo y para agradecer a Dios. Podemos ser felices a cada instante, no es bueno tener la felicidad reservada para cuando recuperemos algo perdido, o para algún momento incierto del futuro.
   En mi caso, cada vez encuentro más excusas para dejar las puertas de mi corazón abiertas y sentir la música de la felicidad. Cuando amanece un día de temperatura agradable, y puedo caminar un rato por la mañana, cuando puedo tomar un poquito de sol por la tarde, cuando puedo andar en bicicleta y ver al atardecer ponerse el sol,  siento que soy feliz. Cuando estoy con mis seres queridos, cuando bailo o toco el piano, o canto o enseño teatro o aprendo algo, siento que soy feliz. Cuando me siento a meditar, y no hago nada,  la felicidad también me acompaña en cada respiración.

Daniel Ilari - 2007

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