martes, 15 de noviembre de 2011

LA PAZ INTERIOR


La paz interior es un bien de lo más preciado, algo invalorable, que tiene efectos beneficiosos sobre nuestra mente y nuestro cuerpo. El principio para tener paz interior es basar la misma en causas internas y no en causas externas, que no podemos dominar. Si reaccionamos automáticamente al exterior, sin tener una base firme interior, nuestra paz será frágil e impredecible.  La cuestión es que la paz interior es un estado que nos corresponde y podemos mantenerlo siempre, cualquiera sean las circunstancias exteriores y cualquiera sea el resultado de nuestras acciones y cualquiera sea la actitud de los demás hacia nosotros. La paz interior la mantenemos porque así lo hemos decidido, es una actitud nuestra que decidimos mantener y no afectar de ninguna manera. Luego que nos hemos decidido a mantener nuestra paz interior, tenemos que tener una correcta manera de pensar que permita que esa paz pueda mantenerse. ¿ Y cuáles son las bases de la correcta manera de pensar ?. He aquí algunas de las maneras de pensar que permitirán mantener la paz interior:
Primero: Yo soy paz, yo tengo paz, yo estoy en la paz, la paz es mi naturaleza, no tengo que hacer ningún esfuerzo para estar en mi paz. Lo que tengo que hacer es no afectarla, pero mi paz ya está dentro de mí. Cuando me relajo, cuando dejo de agitar todo, tomo conciencia de que dentro de mí está la paz. La paz interior es un estado que es la base de lo más auténtico de nuestro ser, estamos hechos de paz.
Segundo: Cualquiera sea la circunstancia exterior, mantendré mi paz interior. Mi actitud será la de conformarme con dar lo mejor de mí en cada situación, en poner todo mi amor, mi energía y sabiduría, en cada situación. Y mi paz interior se basa en eso, yo doy lo mejor de mí y, por lo tanto estoy en paz. Ya sabemos que las circunstancias externas son sólo estímulos para que desarrollemos nuestra capacidad de amar, de hacer, pero no afectaremos nuestra paz por dichas circunstancias. Aquí las circunstancias externas las pone Dios, y no precisamente para que nos quedemos dormidos, sino para que desarrollemos nuestra conciencia. Y debemos saber que no somos dueños de nada, ni de nosotros mismos, y las reglas del juego son que cualquiera puede morirse, que cualquiera puede enfermarse, eso debemos aceptarlo. Esta no es una dimensión libre de todas esas “injusticias del destino”, no es una dimensión libre de circunstancias que podemos verlas como tremendas.  Y tener en cuenta esta receta: “acepta lo que te sucede, al menos por ahora”, ya que a veces sufrimos y hacemos un mar de lágrimas por algo que nos sucede, sin pensar que eso que nos pasa puede ser algo que traerá consecuencias buenas. Como el náufrago que lloraba porque se le había incendiado la choza, y luego, gracias a ese incendio lo vieron desde un barco y lo rescataron.
Este segundo punto de mantener la paz interior independiente de las circunstancias externas, no significa que no vamos a accionar, todo lo contrario, vamos a mantener una actitud bien activa para solucionar los problemas que nos plantea el exterior, poniendo de nosotros lo mejor.
Como imagen de este segundo punto, tenemos a la flor de loto.  Esta flor tiene todo su mensaje, porque crece en medio del pantano, y abre sus pétalos blancos en esas condiciones. El mensaje es florecer cualquiera sea la circunstancia exterior, no esperar la condiciones óptimas para dar lo mejor de nosotros.
Tercero: Mantendré mi paz interior, cualquiera sea el resultado de mis acciones. Los indios toltecas de Méjico, dicen: “nosotros hacemos las cosas lo mejor posible, con el máximo de eficacia, pero luego, la verdad, es que no nos importan los resultados”. Y esa es una buena actitud, basarnos en nuestra intención, si la intención de lo que hacemos es buena, es suficiente mérito para mantener nuestra paz interior. Lo que hacemos puede salir bien o mal, pero si nuestra intención al hacer algo es buena, siempre mantendremos la paz, estaremos tranquilos con nuestra conciencia.
Cuarto: Independizar nuestra paz de las acciones y palabras de los demás. Esto no es nada fácil porque está muy arraigada la costumbre de dejarnos afectar cada vez que otro quiere. Y así decimos: “me pones nervioso...”, “ tus palabras me hieren...”, en cambio de decir: “ me pongo nervioso al ver lo que haces...”, o “ me hiero al escuchar tus palabras...”. El tema es que podemos ser dueños de nuestro estado interior, y no que nuestro estado interior sea la causa de cómo nos tratan los demás. La otra costumbre muy arraigada es el tratar de hacer sentir mal a los demás, tratar de herirlos,  o de tratar de hacerlos sentir culpables por lo que nos pasa, como formas de conseguir que los demás hagan lo que nosotros queremos, como forma de dominar al otro. La actitud más sana al respecto es mantener nuestra paz interior en las relaciones humanas, y aprender a no entrar en el juego de que nos afecten por querer dominarnos. Negarse a discutir con gente que ha perdido la calma, o en esos momentos que el otro pierde la calma, mantener la conciencia en lo que le sucede al otro, para comprenderlo..
Hay un cuentito que ilustra este cuarto punto. Se hallaban cuatro sabios hablando sobre qué era lo que hacía tan bella a las perlas. Uno de ellos dijo: “una perla es bella porque asemeja una lágrima de la luna que el mar guardó”. Otro dijo: “la perla es bella porque es como una gota de lluvia que pide a la ostra que la salve de disolverse en el mar”. Otro dijo: “la perla es bella porque asemeja el reflejo de una estrella que se oculta en el océano”. Finalmente, el último sabio dice: “si yo te ofendiera, y mis palabras  en vez de desgarrar tu ánimo lo tornaran luminoso y espléndido, entonces serías una perla. Es fácil hablar de lunas, lluvias y estrellas que ya son hermosas, lo difícil es hacer del grano de incómoda arena una perla que ilumine tu ser”.
Casi todas las religiones hablan de este punto. Buda dice: “Sed como el sándalo, que perfuma hasta el filo del hacha que lo hiere”. Jesús dice: “Amen a sus enemigos y a los que os ofenden”. Todos se refieren a la actitud de mantener la paz interior más allá de las ofensas.

Una vez que logremos la paz interior constante, gracias a mantener actitudes y formas de pensar correctas, podremos pasar fácilmente a la siguiente variante: “yo soy feliz, la felicidad está dentro de mí, la felicidad es algo que yo soy, mi felicidad no depende del exterior, sino depende de que yo ponga lo mejor de mí en cada instante, ponga todo mi amor, mi energía y mi sabiduría”. Es también una actitud, una voluntad e intención mía de mantener la felicidad que soy siempre, a cada instante, cualquiera sea la circunstancia exterior, así esté en el silencio y solo, al sentir que amo, que doy lo mejor de mí, también mantener ese estado de felicidad, tanto en la acción como en el silencio.
Dicen que un joven sube a los Himalayas para hablar con un santo que medita. Al ver al maestro el joven le pregunta: “¿ maestro, qué debo hacer para ser feliz ?”.  Y el maestro le dice: “sé feliz”.
Esa respuesta tan obvia del maestro es la realidad, porque si uno no es feliz, no puede desarrollar ese estado de ninguna otra forma.
Entonces, de la misma manera que con la paz, habremos conseguido la felicidad interior, como una constante, y basada en causas internas y no externas. Porque amo soy feliz, porque amo tengo paz, porque pongo lo mejor de mí, porque mis intenciones son buenas, por esas causas tengo paz y soy feliz.

Daniel Ilari - 2001

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