miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL AMOR


Se habla mucho del Amor, tal vez, más de lo que se comprende. Vamos a hacernos una idea de lo que es el Amor. La forma más práctica que tenemos de ejemplificar lo que sucede cuando está el Amor, puede ser en relación con otra persona. Cuando el Amor apenas se manifiesta, tenemos al deseo, el “te quiero para mí”,  incluso, a veces, a expensas de lo que quiera la persona querida, El ser querido, es querido porque obra como estímulo para que aparezca en nosotros el Amor. Su belleza, su dulzura, su bondad, su inteligencia, hace que nuestro yo se admire y se calle, y dé lugar, por momentos, al Amor. Eso nos maravilla, y entonces deseamos a la persona que nos produjo dicha experiencia, sin percatarnos, quizás, de que lo que realmente anhelamos es repetir esos momentos de Amor, en los que el yo se calla. Ahora, nadie puede actuar continuamente de estímulo sobre otra persona para que aparezca el Amor; los estímulos van dejando de producir efecto, y es porque nadie nos puede dar lo que, realmente, debe salir de nosotros.
Ahora imaginemos que el Amor se expande más en nuestro corazón. Descubriremos, entonces, que es posible amar sin poseer, o dicho de otra manera, no es necesario poseer para amar. Se empieza a volver más importante el Amor y menos importante el yo, y al no estar el yo, no hay deseos de poseer.
Y en la cumbre del Amor, ya no hay dualidades, sólo está el Amor, ese Amor total en el que damos todo y no pedimos nada, y en el que ocurren dos cosas extraordinarias. Por un lado, como damos todo, nos desligamos completamente de nuestro yo, y esto se aprecia porque estando el Amor, no tememos morir, ni soportar el peor castigo, ni desaparecer para siempre. Y, por otro lado, como no exigimos nada, nos desligamos también del ser amado. Queda entonces sólo el Amor Eterno, el que es también Paz y Libertad.
Daniel Ilari - 1993

(publicado en el diario El Informe, de Venado Tuerto, Viernes 12 de marzo de 1993)

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