lunes, 7 de noviembre de 2011

NUESTROS MÁS PROFUNDOS TEMORES


   El título de este ensayo parece el de una película de terror,¿no?. Es ese miedo a enfrentarnos con los que nos da miedo.
Creo que tenemos dos tipos de miedo.

   El primero, que podríamos llamar, “un miedo saludable”, que es el temor a hacer algo con un riesgo real para nuestra integridad física, o el temor a hacer algo para lo que, realmente, aún no estamos capacitados. Temor a saltar un abismo en la montaña, es nuestro propio ser que nos dice “cuidado, que está en juego la vida”. O temor a dar un examen de matemática sin haber estudiado lo suficiente. Es un temor saludable, el riesgo es proporcional al temor, y , realmente, no vale la pena arriesgarse.

   Pero el segundo tipo de miedo, es el que proviene de algún fantasma arraigado en nuestro inconciente. Y como tal, el fantasma es sólo una ilusión, es como el miedo a abrir una puerta por temor a lo que hay detrás. Y detrás, no hay nada. Nuestra imaginación lo ha pintado tan bien a ese fantasma, que nos parece real y terrible. Nos parece tan terrible que ni siquiera queremos verlo, evitamos enfrentarnos a él, inventándonos mil excusas. Y nos engañamos a nosotros mismos, creyendo que nuestra personalidad es así, que no nos gusta algo, y realmente, lo que tenemos, es miedo a enfrentarlo. Y no estoy hablando del miedo a enfrentar a una legión de vampiros, sino de temores tontos que tenemos arraigados en nuestra mente, debido a experiencias desafortunadas en nuestra infancia. Ejemplo: un niño de menos de 4 años, hace algo y no le sale, y los demás se le burlan, o, si rompió algo, le pegan, o lo rotulan de “estúpido”, puede quedar con esa herida en el inconciente, y con un temor tremendo a hacer cosas difíciles o nuevas. O con una creencia de que no es capaz para hacer algo complicado. De adulto, puede tener una carga emotiva desproporcionada a equivocarse. De adulto, tal vez, no piense de manera saludable ante un error, tal vez no piense: “me equivoqué, lo voy a intentar nuevamente”, o “me equivoqué, paciencia”, o “me equivoqué, pero era la primera vez que lo intentaba, la próxima saldrá mejor”. De adulto, tal vez evite sistemáticamente enfrentar un desafío, o realizar algo difícil, con cualquier excusa: “no me gusta”, “ahora tengo que hacer otra cosa”, etc.  Y los desafíos y las cosas difíciles son las que nos hacen progresar. Dicen que a los elefantes, de chicos, los atan de un árbol con una soga a su pierna, y el elefantito lucha denodadamente, pero no logra escapar. Y que esa experiencia los bloquea tanto, que, el elefante ya adulto, con una soga de la pierna atada a una silla, ya no lucha para escapar.

   Uno debería observarse interiormente muy atentamente, cuando siente temor, o cuando evita demasiado hacer algo, y ver si no es algo que viene de malas experiencias del pasado. Y enfrentar a esos fantasmas que nos bloquean, nos hará progresar mucho. Fundamentalmente, nos hace progresar en nuestra conciencia de que, realmente, podemos hacer cualquier cosa, porque dentro de nosotros tenemos una capacidad infinita de amor, energía y sabiduría.

   No había nada que temer.

Daniel Ilari - 2008

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