jueves, 11 de agosto de 2016

EL PERDON Y EL LIMITE …..…….Daniel Ilari / 2005


    El perdón, tiene su magia. Alguien hace algo malo, se porta mal, y cuando está esperando nuestra reacción, nuestro castigo, de pronto, aparece el perdón. Los niños y, muchas veces, los adultos también, suelen portarse mal para ver cuál va a ser nuestra reacción. Los niños pueden hacerlo para ver “hasta dónde los queremos “, o, para ver qué es lo que realmente hay dentro de nosotros, para ver qué es lo que hacemos cuando alguien que nos trata mal.
   Cuando alguien tiene una mala acción, y de nuestra parte no sale nada malo, no tiene nada para “echarnos en cara”, se queda ante el espejo de su propia conducta. Por ejemplo, si alguien nos dice algo de mala manera y nosotros no reaccionamos de la misma forma, no va a tener la excusa de decir: “yo la insulté pero él también me insultó”. El perdón tiene su magia porque, de pronto, puede producirse el milagro del cambio en la otra persona, gracias a que le ponemos un espejo delante, para que vea su manera de comportarse.
   Esta es la magia del perdón, que hay que usarla siempre que sea posible.
   Ahora, supongamos que la situación se repite, que no se produjo ninguna magia y la persona sigue con su conducta inapropiada. Entonces tenemos la herramienta del límite, de poner el límite y decir: “hasta aquí lo tolero y más de acá no lo tolero más”. Esta herramienta es muy importante porque, si no sabemos usarla, no hay progreso ni en la víctima ni en el victimario, la situación del maltrato se repetirá infinidad de veces. El límite es sano porque le hace ver a la otra persona dónde está nuestra frontera, le hace ver que está actuando mal, y que si persiste con su conducta, nosotros vamos a accionar.
   Una vez puesto el límite hay dos caminos posibles. La que prefiero es la que yo llamaría “así no juego más”. Vamos a suponer que estamos jugando a la pelota y el otro jugador actúa bruscamente y nosotros le decimos: “si juegas fuerte otra vez, yo no juego más con vos”. El otro camino era, “si vos juegas fuerte, yo también  voy a hacer lo mismo”, sería “vos me pegas, yo te la devuelvo”. Prefiero el primer camino, porque en éste último, nos rebajamos a la misma conducta primitiva del otro. Y el primer camino muestra mejor nuestra independencia psicológica, el otro actúa mal y nosotros no tenemos por qué también hacerlo y seguir con ese juego.
   Saber usar estas dos herramientas, el perdón y el límite, les va a resultar muy útil para mantener un equilibrio saludable en el mar de las relaciones humanas.

Daniel Ilari - 2005 

No hay comentarios:

Publicar un comentario