miércoles, 11 de marzo de 2015

MI MADRE, MI PADRE Y MI ABUELITO

Todos tenemos una infancia en la que vivimos la influencia de los modelos de personas, fundamentalmente de nuestros padres, o de quienes comparten con nosotros su tiempo.
Es habitual que nosotros, de adultos, tendamos a repetir comportamientos que hemos vivido, sufrido o disfrutado, de chicos. O que tomemos inconscientemente como “normal” a esos patrones de comportamiento. También es habitual ver en las parejas, que cada uno de los integrantes, busca seguir el modelo de comportamiento de sus padres. Esto trae diversos conflictos en la medida de que los modelos difieran notoriamente, y en la medida que tengamos mayor o menor consciencia de cómo están estos modelos afectando nuestra comprensión de la situación y de nuestra pareja.
Voy a contar brevemente lo que ha sucedido en mi caso. Desde muy pequeño observaba cosas que me gustaban y que no me gustaban, y tuve el don de poder decidir sobre tomar esos ejemplos que me gustaban y seguirlos, y desechar los que no me gustaban y no seguirlos. Digo un don, porque muchas veces mantenemos todo en la inconsciencia y repetimos cosas que no nos gustaron y sometemos a quienes nos rodean a vivir las mismas condiciones desgraciadas. Sabiendo que los padres no son siempre el ejemplo ideal de cosas positivas, he intentado enseñarles a mis hijos que sigan el ejemplo solo de las cosas que les parecen bien.
Continuando con mi caso, me voy a referir exclusivamente a las cosas que me gustaron y que las incorporé a mi vida.
De mi madre me gustó su manera de cuidarme, de abrigarme y demostrarme su cariño. Esto también afecta, de alguna manera, a las personas que amo, porque las vigilo continuamente sobre si están bien abrigadas o no. Es la primer prueba de que amo a alguien, la quiero cuidar y abrigar. Últimamente quiero abrigar a todo el mundo, principalmente en invierno. También su capacidad de armar un personaje, actuar y disfrazarse, Habitualmente cuando estábamos enfermos, le pedíamos actuara y nos haga reír. Me quedó el amor por el teatro y el sentido del humor.
De mi padre me gustó su honestidad. Todos le tenían una gran confianza como persona, y en la parte comercial también, jamás demoró o evitó el pago
de una deuda. De chico me fiaban en cualquier lado porque sabían que era hijo de Nazareno Ilari. En ese aspecto soy igual, nunca se me ocurriría no pagarle a alguien. Y además le agradezco a mi padre el amor por la música, que, por supuesto, yo también incorporé. Mi padre tocaba el acordeón y yo el piano.
Y de mi abuelito Blas, que fue quién cumplió la función de abuelito, porque era el compañero de mi abuela y porque mi abuelito de sangre había fallecido antes de nacer yo, me quedó su creatividad y su imaginación, su manera de narrar e inventar historias delirantes. Hace poco estaba con mi hija Megan en el clu,b rodeado de chicos, y Megan había ido vestido de gaucho con unas botas de cuero. Y yo les contaba a los chicos que escuchaban con picardía, porque sabían que les estaba mintiendo, que las botas se las habíamos robado al gato con botas. Y mientras inventaba cosas y los chicos reían, yo pensaba: “ tal cuál lo que hacía mi abuelito Blas “.
Mi amor por la ciencia y la educación física, me nacieron sin que la causa fuera algún modelo exterior o ejemplo de algún adulto. Por lo visto, lo de la influencia de las personas sobre nuestra vida futura tampoco explica el 100% de lo que seremos y de lo que nos va a gustar.
Luego de este breve relato biográfico va mi deseo de que puedan tener una vida plena de cosas que lindas que vieron o vivieron, y que puedan evitar los caminos de las cosas que no les gustaron. Y también que puedan mantener una libertad del pasado y de la historia, y ser y hacer lo que les parezca mejor y lo que les guste, así no haya habido ningún ejemplo destacable en todo el planeta.

Daniel Ilari / 2015

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